lunes, 26 de diciembre de 2016

Remachar


En un articulo de Javier Cercas de El País Semanal de 18.12.16 se dice que un tal David Foster Wallace definía a la actual sociedad norteamericana como una sociedad tiranizada por la frivolidad de los medios y la industria del entretenimiento, y rendida al imperativo de la satisfaccióń inmediata. 
Confieso que no se puede decir mas en menos palabras y que tal definición me eriza los pelos de espanto, en parte debido a lo que me identifico con ella. Y me pregunto ¿y nosotros, que? Y me respondo, pues nosotros vamos detras, copiando los defectos pero sin la dinamica e indudable creatividad de una sociedad joven como la norteamericana.
La cultura de la abundancia de ofertas para pasar el tiempo de manera facil e inmediata esta anulando a la del esfuerzo que exige una profundizaćíóń y que se continua, por lo general, con una reflexion pedagogica. Tengo la sensacióń´de que es como si estuvieramos en medio de un tornado que nos rodea, pero, eso si, complacientes y complacidos.
A veces uno se empeña en remachar lo tantas veces sabido y experimentado, pero no lo puedo evitar.


viernes, 23 de diciembre de 2016

Agradecimiento


A fin de cuentas, los libros son como las personas que nos rodean; de la inmensa mayoría aprendemos, y con algunos de ellos sentimos una sintonía muy especial. Este es mi caso con este libro


Fue publicado por el R. C. Mª Cristina, en San Lorenzo del Escorial, en 1996. Desde entonces ha sido mi compañero fiel, que me ha mostrado las sendas y trochas valiosas para no perderme. 
Mi gratitud hacia los que tuvieron en su día la idea de esta recopilación de textos.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Niños de Alepo




Acabo de ver en la red un estremecedor vídeo sobre Alepo, la ciudad siria que está sufriendo estos días. Y he recortado este trozo en el que se aprecia la mirada compungida de una criatura que ha perdido a sus padres.
Lo comparto con vosotros porque confieso que la asimilación de esta tragedia es demasiado fuerte para mi solo.
Y para ver si entre todos, en estos días tan significativos, se nos ocurre algo para remediar tanto dolor.

martes, 29 de noviembre de 2016

Viaje a Bélgica


Tras el regreso de una corta escapada por tierras belgas, hemos puesto en orden nuestras impresiones y nuestras fotos. Y nos ha dado cierta pena sentir que, después de la dilatada presencia española en tierras de Flandes, unos 150 años, no abundan precisamente los recuerdos e, incluso los testimonios que permanecen, no son demasiado conocidos.
Un interesante documento del Instituto Cervantes de Bruselas, "Recorrido histórico español por el centro de Bruselas", nos animó a recuperarlos y ponerlos en estos dos vídeos, uno dedicado solo a Bruselas y el otro a las ciudades de Amberes y Brujas:

https://www.youtube.com/watch?v=miThLG8qth8&t=24s

https://www.youtube.com/watch?v=C8o106L7jbQ&t=28s

Con el ánimo de que sirvan para mejorar la aproximación entre dos pueblos que estuvieron tanto tiempo unidos, ahí os los dejo por si queréis echarles un vistazo y que os sirvan para vuestra próxima visita a esas ciudades.

jueves, 27 de octubre de 2016

Reivindicando la proximidad


En estos tiempos de consumismo, de caducidad pronta, de cambio continuo y de una temporalidad que no siempre genera felicidad, resulta difícil vivir sin los recursos que la filosofía nos aporta.
Ahora que estamos retirando esta asignatura de las aulas, para no restar tiempo "útil" al aprendizaje de tecnicismos, puede que empecemos a echar de menos el manto protector de la filosofía. Menos mal que, de vez en cuando, aflora en la prensa o en la literatura algún filósofo que se descuelga con reflexiones que nos parecen simples pero que pueden sacudir nuestros cimientos. Son, por lo general, personas que todavía viven de esta admirable disciplina y la practican, y se atreven a proponernos recetas sencillas que nos ayudan en nuestro atribulado discurrir cotidaneo. 
Este es el caso del profesor barcelonés J. Mª Esquirol, que en su reciente y premiado libro La resistencia íntima (El País, 26.10.2016), nos dice cosas como estas:

La casa no debe entenderse solo como una construcción arquitectónica, sino como amparo, protección, intimidad, una respuesta a esa intemperie en la que estamos; intemperie física pero también metafísica; esa falta de sentido a la vida.

Ahora que hemos perdido la confianza en lo duradero, en lo sustancial, y andamos dando palos de ciego en el día a día, para encontrar ese sentido a la vida lo cual puede ser una tarea ímproba. 

Lo íntimo equivale en mi caso a lo próximo, reivindico las cosas muy cercanas, las personas y los paisajes, cosas concretas, no abstracciones; toda la proximidad hace concreción. Todo en una sociedad que parece muy materialista, pero que está plenamente inmersa en la abstracción; por ello hablo también de abrazar; dar la mano o acariciar son gestos de una riqueza indiscutible; todo es supceptible de banalizarse, pero un buen abrazo no tiene sustituto.

Un buen abrazo es eso, un abrazote, y eso es lo que yo les doy a mis amigos cada dia que me comunico con ellos; algunos no me entienden y se sonrien, pero es mi forma de reivindicar la proximidad.
Igual ya no es tan necesario un viaje a Cancun o lo último de Armani, y lo podemos sustituir por un hogar acogedor, un buen libro de filosofía e ir repartiendo abrazotes a los amigos que se dejen.


miércoles, 12 de octubre de 2016

La Novena de Beethoven


Ahora me doy cuenta que toda mi vida ha estado influida por vivencias musicales, intermitentes, intensas, fluctuantes según los altibajos de ánimo de cada momento. Pero han sido siempre excelentes compañeras, que es lo que importa, y ahora soy capaz de revivir y volver a disfrutarlas porque, paradójicamente, pertenecen a un pasado que siempre está presente.
Y la primera de todas esas vivencias y que aún hoy perdura, fue cuando escuché la Novena de Beethoven. Calculo que yo andaría por los catorce años y me brotaron unas persistentes anginas que me obligaron a estar en cama varios días. Mi muy querida madrina Matil, como siempre solícita para complacerme, me preguntó que quería de regalo. No sé de donde me vino la referencia pero la dije que se acercara a la única pequeña tienda donde tenían algunos vinilos y me comprara un disco de la Novena. Ella fue y regresó con su pícara sonrisa y una inquietante pregunta sobre qué versión quería: ¿cantada o bailada?
Tras aquel fracaso inicial, por fin conseguí hacerme con una brillante versión de Karajan que era lo mejor que se podría encontrar por entonces. Aquel progreso lo completaron los Reyes Magos de 1954 con un flamante tocadiscos Dual que hizo mis delicias, a pesar de que mi madre introdujo el altavoz en la fregona, eso sí con dulzura, como la hacen todas las madres. Pero aquel altavoz sobrevivió y fue capaz de deleitarme repetidamente con los conciertos 1 y 2 de Chopin y otros vinilos que, lentamente, se fueron incorporando a mi modesta colección.
Con el paso del tiempo se han ido sucediendo el Nº 1 para piano de Brahms, la Missa Solemnis de Beethoven, cuyo Agnus Dei me hizo llorar, la Pasión según San Juan de Bach, la Flauta mágica y el Requiem mozartianos, la Creación de Haydn, los preludios de Chopin, incluido el de la Gota de Agua, y tantos otros.
Imposible enumerar todas aquellas composiciones que me han conmovido a lo largo de mi vida y declaro abiertamente mi gratitud a todos los que han contribuido a este bienestar musical. Puesto de honor ocupará siempre mi tia Conchi, gran intérprete pianística, cuyas notas desgranadas de Asturias de Albéniz todavía resuenan en mis oídos. Todo ello sin olvidarme de Matil que espoleó mis primeras inquietudes musicales, y de mi madre que puso a prueba la calidad de los altavoces Dual.
Pero con obligada cautela, puedo decir que la Novena de Beethoven, sigue ocupando puesto de honor, cronológicamente y emocionalmente. Me sigo extasiando con su 4º tiempo, estallido final de plenitud y confianza en el ser humano y, por detrás de la resonancia coral, me parece escuchar los versos de Schiller:

Buscadlo por encima de las estrellas
Allí debe estar su morada

PD. Comparto con vosotros mi última audición de la Novena, dirigida por Ricardo Muti y la Sinfónica de Chicago:



domingo, 9 de octubre de 2016

José y Elieta. Verano del 36


Husmeando en el altillo donde se guardan las ropas fuera de temporada, los artilugios ya pasados de moda y un montón de cosas inservibles, encontré hace unos días una caja de cartón con unas cartas antiguas envueltas en plástico, cruzadas entre mi tío José y su joven novia Elieta. Todas ellas en papel amarilleado por el tiempo y con tintas ya desvahidas, con una caligrafía muy de la época y, eso sí, todas con una cuidada redacción. Cuando las abrí y comencé a leerlas, me latía fuerte el pulso porque tenía la sensación de que estaba profanando un espacio sagrado que seguía siendo íntimo al cabo de tantos años.
Cuando sucedieron los hechos en el mes de julio de 1936, José apenas tenía veinticuatro años de edad y era teniente en el Regimiento Galicia nº 19 de guarnición en el Cuartel de la Victoria, en las afueras de la ciudad de Jaca. Elieta era la hija del coronel y no llegaba entonces a los veinte años. Y eran novios.
Al día siguiente de aquella infausta fecha del 18 de julio, José formaba parte de una patrulla que salió hacia la ciudad para proteger a los militares que pernoctaban aquella noche fuera del cuartel y en la mitad del trayecto, a la entrada, en una fábrica de harinas, fueron sorprendidos en una emboscada, muriendo los mandos y ocho soldados. 
En un tiempo menor que el de un relámpago, una bala atravesó la cabeza de José y en un tiempo menor que el de un relámpago, se frustraron todas sus ilusiones y se zarandeó con inusitada violencia la vida de la joven pareja.



viernes, 23 de septiembre de 2016

Test sobre el sentido del humor


¿Existe alguna cualidad más representativa, saludable y reconfortante en el ser humano que la del sentido del humor? Creemos que no. Habrá sus excepciones, no lo discuto, pero no pienso que haya mucha gente por estos mundos que, siendo agraciados con este atributo, a la par no estén dotados de una inteligencia y perspicacia por encima de la media. 
El sentido del humor es una valiosa dote que uno debe cuidar y potenciar, intentando preservarlo de los rejonazos que suele dar la vida. Nada más placentero que disfrutar de esas personas, incluso de avanzadas edades, que sonrien en cada situación, que salpican sus discursos con chanzas humorísticas y que disimulan y hasta ocultan sus pesares y amarguras. Habrá calamidades y preocupaciones, pero no se airean, porque su buen humor es como un fogonazo que apaga, o minimiza, los posibles sinsabores de la trastienda. 
Yo recuerdo con sana nostalgia los tiempos de mi juventud en IBM, en los que tuve la fortuna y, quizás la habilidad, de compartir muchas situaciones humorísticas lideradas por auténticos genios en esta materia. Mario, Guillermo, Miguel, Juanjo, Luis, Enrique, José Luis... eran personajes que nos alegraban constantemente con sus chispas jocosas, con inagotables dosis de un ingenio elegante, aséptico y sagaz. Afortunadamente hoy siguen practicando este juego de agudezas y seguimos sonriéndonos con sus espontáneas ocurrencias.
En agradecimiento a todos ellos y, en general, a todos los que se esfuerzan por hacernos la vida más fácil, no he encontrado mejor forma que la de transcribir esta cuarteta que me pasa José Luís, escrita ya hace años por Alfonso Usía para la Convención de IBM en Estambul. Su irreverente encabezamiento es "Mal de orina":

Sin estudiar medicina
se sabe con evidencia
que la retención de orina,
es una fuerte dolencia.
Era uno que se quejaba, 
de esta grave enfermedad 
y su mujer le exhortaba, 
a tener conformidad 
¡Acuérdate -le decía- 
lo que el Santo Job pasaba 
y cuánto el pobre sufría!
Y el marido respondía
¡De acuerdo… pero meaba!

Confieso que os he engañado, pues esto no es sino una sutil añagaza para calibrar vuestra actual capacidad humorística. Dicho sea de otra forma, se trata de un test encubierto: si os habéis sonreído a la lectura de estos breves versos, es que vuestro humor al día de hoy, presenta un buen estado de salud y un cierto potencial. Caso contrario, ir pidiendo hora para un buen psicoterapeuta (que es lo que está de moda).
En vuestro beneficio y en el de los que os rodean.

lunes, 15 de agosto de 2016

Resiliencia


Confieso mi ignorancia, reconociendo que, cuando he leído estos días el magnifico artículo dedicado a cómo superar los "dramones" que todos hemos de afrontar alguna vez en nuestras vidas (suplemento Buena Vida de El País), me he visto sorprendido ante la palabra resiliencia, teniendo que acudir al diccionario.
Y ahora veo claro que este es un vocablo necesario, de los que reflejan una eventualidad que, desgraciadamente, suele aflorar de vez en cuando en nuestras vidas. Casi inseparable de la condición humana.  
Yo desconocía este nombre y la RAE me sacó de dudas. Recomiendo la lectura del mencionado artículo, porque no tiene desperdicio, limitándome aquí a destacar solo dos aspectos: cuando surge la adversidad, es fundamental asumir la realidad así como rodearse de personas, familiares o amigos que, de manera consciente o, incluso, incoscientemente, puedan ayudarnos a sobrellevar el percance.
Una cierta dosis de resiliencia va con nosotros, geneticamente, pero siempre será recomendable entrenarse para cuando llegue el caso. Y si no llega, mejor.
Poco queda por añadir a las ajustadas observaciones contenidas en ese escrito. Pero, para los creyentes, quizás nos quede por decir que siempre será bueno contar con la ayuda de 
Dios. Esa mención es lo único que yo, personalmente, he echado de menos.  

Ah... y sobre el mismo tema, os ecomiendo también la siguiente lectura:

http://www.lavanguardia.com/vida/20121120/54355244814/eres-resiliente.html

jueves, 21 de julio de 2016

El viaje de Cyntia



En nuestras vidas, sostienen algunos que el pasado ya casi no cuenta, que es como un cajón de sastre en el que hay mezcladas diferentes historias de distinta entidad. Las hay más etéreas y las hay más pegajosas, y algunas están más metidas dentro, que dejan más cicatrices y que no se pueden olvidar fácilmente. Pero uno sabe muy bien cuales de esas historias no le abandonarán nunca, marcándole de forma indeleble toda su vida.
Este es el caso de Cyntia, que nació en el sur de Benin, en la zona de Oesé. Allí, en medio de un paisaje de suaves colinas, sobre tierras rojas que se alternan con verde arbolado, conviven tigres, jirafas, cebras, monos, corzos, canguros, tortugas, serpientes y erizos. Paisaje africano pleno de color y de vida, lleno de energía y de luz de atardecer, pero, también, rebosante de sufrimiento.


Era la menor de nueve hermanos y pronto perdió a sus padres. A los 14 años marchó a Bini, ya en Nigeria, para estudiar en el colegio, pero no lo consiguió porque las necesidades de la casa de su hermano mayor donde residía, la obligaron a sustituir los libros y los cuadernos por las tareas domésticas. Durante dos años, el trato por parte de la cuñada se fue endureciendo. Aguantó hasta enfermar teniendo que ser asistida por un vecino y un médico pero, cuando se recuperó, no dudó en tomar un autobús para regresar a su pueblo de origen. 
Poco después, una prima suya la sugirió la idea de dar un vuelco a su vida en busca de mejores expectativas y todo esto solo sería posible emigrando hacia España. Ella le pagaría el pasaporte y el viaje con la implícita promesa de que, luego, ya desde allí, fuese su contacto para repetir ella la misma experiencia. Cyntia tomó la decisión, recogió algún dinero de sus familiares y comenzó la que iba a ser la gran aventura de su vida.
Desde Oesé viajó hasta Bini, arregló los papeles y marchó a Lagos donde contactó con el mafioso de turno que, previo pago de unos 1000 €, se comprometió a llevarla en avión a España. Pronto se dio cuenta del engaño cuando comprobó que el transporte no iba a ser, precisamente, cosa de horas en un cómodo avión. En aquellos difíciles momentos, Cyntia ocultó su embarazo porque, caso de declararlo, no la admitirían en el grupo, obligándola a abortar. Y ella sabía muy bien que lo que llevaba en su vientre era suyo, su única propiedad y su mejor garantía para un futuro feliz.
Así que con sus intensos y valientes 17 años, se subió a un destartalado autobús con otras siete personas desconocidas, con dirección a el Congo, también desconocido, con la esperanza de llegar a un mundo más llevadero, pero también desconocido. 
Tras varias semanas de espera e incertidumbre, en Mali cambió el responsable del viaje, apareciendo otro personaje que, supuestamente, sería el que les llevaría a Marruecos. Ya en el desierto llegaron a la frontera, a un lugar llamado Tanda, donde tuvieron que esperar otros tres meses. La dueña de la pensión donde residían se dio cuenta del embarazo y, sin mediar otra explicación, echó a Cyntia a la calle, por la noche, en medio de las casas de adobe del desierto solitario y silencioso. Entonces tomó conciencia de su soledad, de su desamparo, sin más pertenencias que algo del dinero familiar que todavía guardaba y, desde luego y sobre todo, su vientre alojando su esperanzador futuro. Providencialmente apareció entonces una compatriota amiga que la ayudó y la llevó a su casa.
Buscó y encontró otro mafioso que le pidió otros 500 € por llevarla a Canarias. Partieron en una furgoneta por la noche, pero fueron detenidos por la policía marroquí. Cyntia forcejeó con ellos, con las fuerzas que solamente proporciona la desesperación, pero, finalmente, se desmayó, cayó al suelo y cuando abrió los ojos, estaba ya en la cárcel. Días después, la sacaron de la prisión junto con el resto de sus compañeros y les abandonaron en las cercanas montañas, en medio de la nieve, en una noche cerrada. Tuvieron que refugiarse en una mina abandonada, sin luz y sin apenas abrigo para combatir el frio nocturno.
Caminando penosamente hacia el norte durante unas dos semanas, llegaron a las proximidades del mar. En una vieja edificación esperaron unos cuatro meses hasta que las condiciones meteorológicas fuesen aceptables para la navegación. El rumor del mar parecía traer los dulces sones de un mundo que se ofrecía como más justo y prometedor.  
Una determinada noche los llevaron hacia una playa. Pero aquel mar estaba amenazante y oscuro y los compañeros de viaje rehusaron embarcarse, porque, al parecer, aquella vulnerable balsa había ya fracasado previamente en dos intentos y, podía estar hasta embrujada o maldita. Los nigerianos del grupo deliberaban, pero Cyntia sabía que no tenía tiempo que perder, porque el bebé estaba a punto de irrumpir. Además, a ella le empujaban otras dos fuerzas irresistibles y decisorias: Dios y el recuerdo de su madre.
Nada más llegar a Las Palmas la llevaron directamente al Hospital. Por fin pudo abrazar aquel pequeño trozo de carne y hueso que había constituido el móvil de su azaroso periplo. Triste y hermoso pasado, a la vez, porque Cyntia, sin saberlo, fue la protagonista y heroína de una tragedia griega durante nueve meses. 
Ahora, felizmente casada, vive en Lugo y se enfada con su hija porque no dedica la suficiente atención a todo aquello que ella no pudo estudiar.
Aunque un viaje como este, de padecimientos, inquietudes e inhumanos tratos, sea demasiado largo, África no está tan lejos. Esta ahí y, ahora mismo, habrá muchas Cyntias esperando que cambie su hado.
Esto lo escribo con el único objeto de que todos lo recordemos, para que nuestra sensibilidad no se disperse en las veraniegas arenas de las playas o en los escaparates de las rebajas de agosto.  


sábado, 2 de julio de 2016

Rumanía


Unos amigos nos sugirieron un viaje a Rumania por una semana y rápidamente aceptamos; no me gustan los viajes colectivos porque en ellos se pierde ese punto de aventurilla, de improvisación o de veleidad personal que salpimientan cualquier experiencia viajera. En cualquier caso, esta corta estancia en Rumanía ha sido gratificante y nada que alegar en contra.
Pero, ¿qué es lo que verdaderamente buscamos en los viajes? No lo sé muy bien, quizás la novedad, el cambio de escenario, la ruptura temporal de la rutina, conocer a gentes a veces muy diferentes que hablan y se comportan de otras maneras. Todo ello puede ser o, probablemente, sea la mezcla de todo ello. 
Yo os digo mi impresión, pero es que ahora, tras múltiples experiencias, lo que mas me atrae, por encima incluso de los paisajes y de las gentes, es la posibilidad, o la habilidad, o la fortuna, de captar cualquier momento álgido, espontáneo, fugaz como una chispa eléctrica que nos emocione, que nos llegue muy adentro. Será inesperadamente y durará poco, lo suficiente para conmovernos y para recordarlo ya para siempre. Algo muy por encima de las habituales banalidades en las que solemos incurrir cuando nos convertimos en turistas.


Y esa chispa, ese momento surgió en la puerta del Monasterio de Voronet, una de tantas perlas que salpican los Carpatos septentrionales. 
Salíamos, como siempre, favorablemente impresionados por el fervor de la gente metida en sus rezos, arrodillada y casi pisoteada por los visitantes que, inconscientemente, profanábamos su intimidad religiosa. Aquí hemos recordado algo que en nuestro país se ha perdido ya. Y es que cuando uno tiene la fortuna de encontrar a Dios y hablar con El, nada ni nadie debiera interrumpir tan sacrosanto diálogo. Es, desde luego, la comunicación más trascendente a la que los humanos podemos tener acceso.  
Yo me encapriché de una sencilla pulsera con cuentas de madera y una crucecilla ortodoxa y, como no disponía de moneda local, intenté pagar con euros; aquello causó un pequeño revuelo y la joven que me atendía se dirigió a la monja e intercambió con ella palabras y dinero. Poco después me devolvían mis euros y la joven porfió conmigo para que me quedara con la pulsera. Mostré mi agradecimiento pero, poco después, cuando ya habíamos salido del recinto del monasterio, la misma joven me alcanzó y me ofreció una cruz ortodoxa con su cadena de cuero, sin aceptar nada a cambio. Al tiempo que me recuperaba de mi asombro, la joven desapareció. 
Apenas me queda un fugaz recuerdo de su rostro, pero en mi perdurará por mucho tiempo su espontáneo gesto de generosidad. Y no me separaré de la pulsera y de la cadena, porque pienso que bien pudieran ser una señal, una llamada de Ese ante quien se inclinan humildemente los fieles rumanos.  



domingo, 8 de mayo de 2016

Yo también tuve un Renacimiento


Paralelismo

En el bosque habita un dios (quien sea ese dios es cosa incierta). 

Virgilio en la Eneida (VIII, 352)

Ya sé que, de entrada, este título puede extrañaros y, sin duda, os sonará a una presuntuosa pedantería. Intentaré explicarlo.
No descubro nada diciendo algo tan sabido como que el Renacimiento representó en la historia de la humanidad un despertar, un abrir los ojos y un desvelar unas posibilidades que, hasta ese momento, estaban adormecidas. Ciertamente se habían conseguido grandes logros pero faltaba ese convencimiento pleno en la capacidad de las propias facultades del ser humano.
Pues bien, hoy con la perspectiva que da el paso de los años, me doy cuenta de que, salvando las distancias y las medidas, a mí me pasó algo similar en mi vida. Sí, yo también experimenté un simulacro de Renacimiento allá por el año 1987. En mi caso particular algo nuevo se puso en marcha, algo que me hizo ver y entender de diferente manera el mundo que me rodeaba, desencadenándose un proceso lento pero muy positivo.
Una cierta sensación de encorsetamiento se iba apoderando de mí, causándome desazón, con la sospecha de que el ámbito profesional estaba apagando otras inquietudes que andaban por ahí brujuleando y que sacaban la cabeza, de vez en cuando. Todo me parecía válido, pero sin la suficiente consistencia como para llenar una vida entera.
Aparecieron nuevos libros. Y el proceso se desencadenó precisamente en aquella parcelas que me habían sido más cercanas y más queridas: la montaña y el paisaje. Pasaba muchas horas pateando trochas y senderos pero, ¿sabía yo interpretar la belleza de todo lo que tenía ante mis ojos? 


En este nuevo caminar, en aquel año de 1987, cayó en mis manos de manera fortuita, un libro, Andanzas y visiones españolas de Miguel de Unamuno y aquello fue un verdadero regalo, una acariciante entrada de aire fresco. Aquel ejemplar de la colección Austral lo guardo todavía como una joya; está desecho, con las hojas sueltas y lleno de subrayados, porque me parecía que todo, casi todo, merecía la pena ser leído con fruición y detenimiento. Cuando lo repaso ahora, tan usado y achacoso, tan sobado y maltrecho, me parece casi un objeto de culto, generador de tantas satisfacciones en aquellos años. Desde luego fue un amigo generoso.
Unamuno continuó hechizándome con otro ensayo: Paisajes del alma.
Pero siguieron muchas otras lecturas que tampoco quisiera olvidar: el desconcertante José Mª de Areilza escribió una serie de artículos en la prensa, que luego se recopilaron y Austral los publicó bajo dos títulos: Prosas escogidas y Paisajes y semblanzas. Ambos despertaron en mí el gusto literario para reconocer cómo se podían aunar paisaje e historia. 
Y fueron surgiendo otros descubrimientos. El primero, nada menos que Séneca, en sus Epístolas a Lucilio; este fue un regalo de mi hijo Manolo en el año 1996, con una dedicatoria que hacía referencia a una frase: ¿Me preguntas en qué he aprovechado? He comenzado a ser mi propio amigo. Ahora, todavía, veinte años después, sigo sacando enseñanzas de este compendio de sabiduría. 
La lectura de Séneca siempre me proporcionaba sosiego, fuerza para superar las adversidades, guías para conducirme, en definitiva me enseñó que había muchas formas de vivir y morir con dignidad. 
Sucesivamente fui leyendo otras páginas inolvidables por el inmenso provecho que me proporcionaron. Aunque la lista sería amplia, uno de los que no puedo dejar de mencionar fue las Memorias de Adriano. Su lectura reiterada, casi enfermiza, me dejaba siempre en el temor de que yo no era capaz de alcanzar el fondo de su trasunto. La delicadeza de la exposición y el perfecto encaje de cada palabra eran como agujas penetrantes que, lejos de producir desasosiego, me transmitían confort y serenidad. Bálsamos inesperados que fueron muy bien recibidos en aquellos días. En sus relatos se alternaban la dulzura y la crueldad con un ritmo desconcertante, por lo que había que leer y releer mil veces. Y, aun hoy, lo sigo releyendo, consciente de que nunca se agotará el filón de ideas que propone la autora, Marguerite Yourcenar.
Hoy, al paso de los años, se han ido sucediendo otras etapas, pero ninguna de ellas fue, o está siendo, tan apasionante como aquel despertar de finales de los años 80. Despertar, descubrimiento, renacimiento, la verdad es que no sé muy bien cómo llamarlo pero lo cierto es que, impulsado por una extraña motivación, yo exploré nuevas vías hasta conocerme mejor a mí mismo.
Concluyo sosteniendo que la vida me sigue pareciendo un regalo de Dios, al cual nunca terminaré de agradecer todo lo que recibo día a día. Pero también me remito, de nuevo, a Marguerite Yourcenar cuando afirmaba que la vida es como montar un caballo, del cual gozas sin límites por su resistencia y su fidelidad, pero siempre que lo hayas previamente adiestrado.



 Abril 2016, San Lorenzo de El Escorial

sábado, 12 de marzo de 2016

Recomendación musical


No se trata de ninguna novedad discográfica, sino más bien de un redescubrimiento mio de una pieza musical bien conocida: la sinfonía Nº 3, Renana, de R. Schumann. Y que fantásticos son estos redescubrimientos, dependientes siempre del estado de ánimo de cada momento.
El espíritu más indeleble del romanticismo se palpa en toda la sinfonía, tanto por la emoción que le causan al compositor los paisajes a orillas del Rhin, como por la contemplación de la Catedral de Colonia. Esto sucede particularmente en el 4º movimiento que, para mi gusto, es de una dulzura especial. Belleza de la naturaleza y belleza del arte aunadas para espolear la imaginación del autor.


Aprovecho para recomendaros la audición del programa "Música y significado" de RNE 2, en el que Luis Ángel de Benito comenta piezas de música clásica, al tiempo que se van reproduciendo los sucesivos tiempos de sinfonías y conciertos. Para los que somos simplemente aficionados, es una manera muy agradable de aprender los entresijos de la música e incluso las biografías de sus compositores. Existen muchos podcast de este programa.

Aquí os adjunto el link del que, precisamente, versa sobre esta sinfonía Renana de Schumann:


¡Que lo disfrutéis!