viernes, 2 de octubre de 2015

El silencio es oro


Admitimos que con el paso del tiempo vamos siendo más exigentes en cuanto al ruido ambiental que nos rodea y huimos como gato escaldado de los bullicios atronadores que van invadiendo este país, en todo lugar, ya sea privado o público. Y por esa misma razón buscamos los lugares donde se respeten unos niveles auditivos razonables y se cultive ese bien sacrosanto que es el silencio.
Y uno de estos santuarios es el monasterio gallego de Sobrado de los Monjes. Ya lo habíamos experimentado en anteriores visitas, pero ahora hemos degustado ese culto al silencio de los monjes cistercienses, silencio para nuestro castigado pabellón auricular, silencio que invita a la reflexión y a la espiritualidad.
Esta vez, ya en la misma portería, advertimos un cartelito que nos avisaba del ambiente que allí nos aguardaba:


Creo que el silencio es algo más que la ausencia de ruido o de palabras; es cuando el ser humano se libera de sus recuerdos, de sus emociones y hasta de sus ilusiones; entonces uno es el centro de uno mismo, y nos damos cuenta de todo lo superfluo que nos zumba como moscardón en torno a nuestras conciencias. 
Tras disfrutar de sus claustros, de los rezos de Vísperas con el recogimiento envidiable de los hermanos, y del silencio que está estampado en los muros de su iglesia, nos fuimos relajados y reconfortados. En la portería compramos un tarro de dulce de leche envasado por una "mano de santo" cisterciense. En casa lo destapamos, saboreamos el manjar y vimos que en la etiqueta estaba escrito: envasado al silencio


         y sonrío y me callo porque, en último extremo,
         uno tiene conciencia
        de la inutilidad de todas las palabras,

        (Ángel González)