jueves, 7 de agosto de 2014

Acuerdos y discrepancias


Hace pocos días, en un suplemento dominical, leíamos una sugerente entrevista con el psicólogo Rafael Santandreu, hombre positivista donde los haya, que pretende ayudar y estímular a la gente frente a los planteamientos, a veces duros, que la vida nos depara. La entrevista no tiene desperdicio, aunque aquí nos vamos a limitar a recortar algunas de sus frases, con nuestras opiniones, por cierto mayoritariamente favorables. 
No se si estos recortes recogen acertadamente el contenido de la sabrosa entrevista, pero los he seleccionado porque son los que más me han hecho pensar.

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Hay tres cualidades que perdemos cuando estamos mal y recuperamos cuando estamos bien: sentirnos armónicos, sosegados; saber apreciar las pequeñas cosas como el frescor de la mañana, los árboles o una copa de vino, y disfrutar de las relaciones humanas.


 ¿Quien no estaría de acuerdo con esta afirmación, aunque sea demasiado generalizante?

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En nuestra vida nada, absolutamente nada es realmente importante, y que, por tanto, no hay nada de que preocuparse.


Claro que hay cosas importantes que no creo que sea necesario señalar, pues están en el ánimo del más común de los mortales. Y si no fuera así, estaríamos inmersos en un mundo gris, sin relieve, en el que los cínicos serían los dueños de la situación y los escépticos camparían a sus anchas. Y, además, esta afirmación entraría en contradicción con la respuesta anterior, ya que si, por ejemplo, las relaciones humanas no fueran importantes, ¿qué disfrute podríamos encontrar en ellas?

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No necesitas hacer las cosas bien para ser feliz ni que la gente te trate bien ni que el mundo funcione bien. Se trata de no exigirle nada a nadie, ni a ti mismo. Y renunciar con alegría porque es un paso más hacia la fortaleza.


Exigir nada a nadie, no, pero a ti mismo, sí. Sigo pensando en que esa exigencia personal sobre nosotros mismos forma parte inseparable de nuestra autoestima y de nuestro progreso individual, siendo una pieza base en la consecución de la felicidad.

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Comodidad igual a felicidad: muy falso porque la comodidad, como el chocolate, solo es buena en pequeñas cantidades.

Claro que es muy falso!! Difícilmente se puede ser feliz si no se ejercitan el cuerpo y el alma, en las disciplinas y en la superación de las adversidades.

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El único miedo racional que existe es el miedo a perder la vida. Todos los demás no tienen sentido, son miedos irreales. Yo creo que he perdido el miedo a casi todo. Y tampoco creo que el miedo sea el motor de nada.

De acuerdo. Ahora bien, perder el miedo a casi todo podría ser el fermento para la generación de actitudes irresponsables, por tanto, en líneas generales, está bien como máxima, pero creemos que habrá que establecer niveles y jerarquías.

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Mi interés fundamental es amar la vida y amar a los demás. En este sentido me siento más cerca de las personas con síndrome de Down que de la inteligencia. Idolatrar la inteligencia es un error, porque si la ponemos por encima del amor estamos perdidos.

Impecable final que todos suscribimos de pleno. Quizás la clave definitiva sea esa: amar la vida y amar a los demás. Lo que sucede es que, frecuentemente, los vaivenes y los empujones del día a día, nos distraen la atención de esa clave.
Ahora bien, la psicología no debiera en ningún caso apartarse de la sociología; somos seres sociales que vivimos dentro de un contexto determinado y por eso no se puede asegurar que la vida es un chollo porque necesitamos muy poco para ser felices o, quizás eso sea posible entre los seguidores de Santandreu. Pero la realidad es que estamos en una sociedad en la que la gente lo pasa muy mal para cubrir sus estrictas necesidades. Esta bien decirles a ellos que con poco consumismo también se puede ser feliz. Por supuesto! Pero pintar horizontes desdibujados, relativizando los problemas y minimizando la propia capacidad del individuo para resolverlos, no conduce a nada.
No ponemos en duda que Santandreu conoce muy bien la realidad social del mundo que nos ha tocado vivir y tendría que ser coherente con ella. Estoy seguro que sus lectores pertenecen a ella misma.
Desdramatizarlos si, pero ocultarlos, no. Los problemas están ahí y habrá que identificarlos para, luego, animar al personal a superarlos con ayuda de las herramientas que siempre han funcionado: tenacidad, laboriosidad, compromiso y respeto por los valores éticos y morales. Y para los creyentes, añadimos los valores religiosos.


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