No creo que sea este un momento propicio para tocar este tema en estos tiempos de tribulación, pero también opino que un buen blogero debe estar atento a toda aquella noticia que encienda sus propias luces de aviso. Y hoy, tras la lectura periodística de la alarmante subida del número de suicidios juveniles en nuestro país, confieso que se me han encendido varios avisos. Y no podemos ni queremos quedarnos indiferentes.
Se analizan las causas, de una manera que podríamos calificar de periodística, sin que ello conlleve ningún sesgo peyorativo, de tan complejo asunto. Y una de las que se apuntan son las "secuelas de las moralinas católicas" que se han divulgado tanto por todos los ámbitos educativos públicos y privados de esta sociedad.
Para ir al fondo de la cuestión, a tenor de la brevedad exigible en estas entradas blogueras, creo que atribuir la culpabilidad de esta tendencia a las moralinas religiosas resulta de una frivolidad tan sibilina como equivocada. Antes de que el lector nos lo recuerde, si que tenemos en mente los graves fallos que la Iglesia católica ha cometido repetidamente en el terreno de la formación con la inevitable repercusión negativa causada entre la juventud. Pero ello no debiera contribuir al desenfoque de la cuestión, en este asunto como en tantos otros.
No confundamos. La valiosa aportación del mensaje evangélico va mucho mas allá de esta ligereza. Lo que sucede es que nos estamos olvidando de la parte medular del mensaje de Cristo. Yo creo que en la sociedad actual y en sus medios de comunicación prevalecen contenidos que abogan por el odio, el egoísmo y el distanciamiento entre los seres humanos, ante aquellos otros que, sencillamente, invocan al amor. Y esta es la tremenda factura que estamos pagando.
Una vez mas hay que distinguir entre el grano y la paja. Separemos cuidadosamente el cogollo del mensaje de Cristo de las frecuentes desacertadas interpretaciones de la curia vaticana. Históricamente reconozcamos que han hecho y siguen haciendo mucho particularmente a la juventud.
La abrumadora soledad que nos rodea, es, en mi opinión, una de las primeras causas por las que se suicidan los jóvenes. Ellos y nosotros estamos solos porque nos hemos olvidado de alguno de los mensajes nucleares que Cristo nos dejó en sus bienaventuranzas, y que no son precisamente "moralinas"
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