lunes, 25 de marzo de 2019

Amo el silencio


Y cada día más. Creo que estamos perdiendo el gusto por el silencio, que nos estamos dejando invadir un espacio que debería ser sagrado, y ¿quienes son los presuntos invasores? Yo diría que las prisas, la ambición, el ruido ambiental y la excesiva cantidad de información son los principales intrusos de un espacio que debería ser nuestro, solo. Y añadiría, igualmente, la mediocridad que todo lo relativiza y lo iguala por abajo.
No es la única pero la generalizada y abusiva digitalización que padecemos ataca el silencio, anula el tacto, el olor y desnaturaliza los colores. Se adueña de casi todo lo que nos rodea, de manera que los humanos quedamos aislados, indefensos y desprovistos de todo aquello que forma parte de nuestra esencia y de nuestra intimidad. 
Todos ellos son enemigos declarados del agua remansada o en movimiento, del viento, de la nieve, de los colores y de los sonidos de la naturaleza. 
Intentemos defender a ultranza nuestro particular "sancta sanctorum" con silencios que nos favorezcan la necesaria serenidad de ánimo, al tiempo que fomenten nuestra sensibilidad.

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