No creo que sea este un momento propicio para tocar este tema en estos tiempos de tribulación, pero también opino que un buen blogero debe estar atento a toda aquella noticia que encienda sus propias luces de aviso. Y hoy, tras la lectura periodística de la alarmante subida del número de suicidios juveniles en nuestro país, confieso que se me han encendido varios avisos. Y no podemos ni queremos quedarnos indiferentes.
Se analizan las causas, de una manera que podríamos calificar de periodística, sin que ello conlleve ningún sesgo peyorativo, de tan complejo asunto. Y una de las que se apuntan son las "secuelas de las moralinas católicas" que se han divulgado tanto por todos los ámbitos educativos públicos y privados de esta sociedad.
Para ir al fondo de la cuestión, a tenor de la brevedad exigible en estas entradas blogueras, creo que atribuir la culpabilidad de esta tendencia a las moralinas religiosas resulta de una frivolidad tan sibilina como equivocada. Antes de que el lector nos lo recuerde, si que tenemos en mente los graves fallos que la Iglesia católica ha cometido repetidamente en el terreno de la formación con la inevitable repercusión negativa causada entre la juventud. Pero ello no debiera contribuir al desenfoque de la cuestión, en este asunto como en tantos otros.
No confundamos. La valiosa aportación del mensaje evangélico va mucho mas allá de esta ligereza. Lo que sucede es que nos estamos olvidando de la parte medular del mensaje de Cristo. Yo creo que en la sociedad actual y en sus medios de comunicación prevalecen contenidos que abogan por el odio, el egoísmo y el distanciamiento entre los seres humanos, ante aquellos otros que, sencillamente, invocan al amor. Y esta es la tremenda factura que estamos pagando.
Una vez mas hay que distinguir entre el grano y la paja. Separemos cuidadosamente el cogollo del mensaje de Cristo de las frecuentes desacertadas interpretaciones de la curia vaticana. Históricamente reconozcamos que han hecho y siguen haciendo mucho particularmente a la juventud.
La abrumadora soledad que nos rodea, es, en mi opinión, una de las primeras causas por las que se suicidan los jóvenes. Ellos y nosotros estamos solos porque nos hemos olvidado de alguno de los mensajes nucleares que Cristo nos dejó en sus bienaventuranzas, y que no son precisamente "moralinas"
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Lo único que a mi se me ocurre es apelar a la Divina Misericordia. Mientras que en esta vida, ellos, los que eligieron la vía del suicidio, quizás como escape, quizás como atajo, cargaron con problemas y obstáculos difíciles de superar, nosotros no conocemos otro recurso que el de dirigir nuestra mirada hacia Ti, Dios de amor y misericordia, para que los abraces y recojas en tu reino de compasión. Como siempre confiamos en Tu bondad antes, desde luego, que en tu potencial justiciero.
Estas noticias nos duelen en el alma porque, en definitiva, parece que estamos creando un mundo en el que nuestra gente joven no está, precisamente, cómoda..
Ya se que estamos divagando, quizá demasiado, sobre esta maldita plaga, pero hoy, noto como un sentimiento que me brota de muy adentro y que necesito contároslo y como en definitiva, se trata de una visión personal y esperanzadora sobre este tema, os la cuento.
Después de galopar mis 3 km de pasillo diarios y subir mis 9 pisos de escalera repetitiva, eso sí, ambos tremendamente aburridos, empiezo a ver luces en este túnel, y creo que en alguna medida, las vemos todos. Sin embargo lo que todavía nos atenaza es el pavor a la incertidumbre sobre el futuro que nos aguarda. Nadie sabemos nada y todos tenemos el derecho a especular, así que allá voy.
Pero yo, humildemente, me quedo en unas "sencillas" recomendaciones, tan solo cuatro, que nos irían muy bien para cambiar pacíficamente, sin traumas, este mundo que se esta viendo que no nos sirve a los pobladores de este planeta: Que no nos sirve A TODOS.
1- El aislamiento puede incluso incrementar la creatividad, contra todo pronóstico. Los que no están de acuerdo, quizás sea porque necesitan el ruido de la calle que les oculta la siempre enriquecedora facultad de hablar con nosotros mismos. Descubramos nuestro mundo interior que puede que valga más que el ruido embrutecedor que, habitualmente, nos envuelve, nos aturde y hasta nos ahoga.
2- Seamos conscientes, en nuestra ínfima dimensión, que nuestro inmediato futuro no puede basarse en desigualdades sociales tan brutales como las que hoy presenciamos. No podremos ser felices mientras sepamos de la existencia de tan solo un bebé sirio o etiope que padezca hambre o malaria. O las dos cosas. Si alguien quiere creer que si, que siga acumulando riquezas, pero nosotros tendremos siempre el deber moral de denunciarlo.
3- Volvamos nuestras miradas hacia los entornos familiares, aquellos que han sido la piedra clave de nuestras civilizaciones. Y seamos capaces de trasladar esos fundamentos a nuestros jóvenes. De lo contrario, perderemos algo sustancial que puede que sea imposible recuperar. Y si tenéis alguna duda sobre esta negra profecía, echad una simple ojeada a vuestro alrededor, me refiero al de las generaciones venideras.
4- Y que decir del Medio Ambiente. Tema muy manoseado, que se ha instalado en el listado de nuestras preocupaciones diarias. Llevemos a nuestro terreno personal el cumplimiento de los consabidos códigos y traslademos a nuestros gobernantes nuestra sincera preocupación por este asunto. Nunca es tarde si la amenaza es para tener muy en cuenta.
Y no quiero seguir, para no aburriros; Me consta que cuando leáis estos cuatro puntos, se os ocurrirán muchos más, aunque la palabra utopía asomará por vuestros labios. No importa, ahora mas que nunca, en este mundo andamos faltos de utopías
Marco Aurelio Antonino Augusto, fue emperador romano desde el año 161 hasta el 180, año de su muerte. Fue el último de los llamados Cinco Buenos Emperadores: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. A excepción de este último, no tuvieron descendencia eligiendo sucesor, según el criterio del gobernante, con la excepción de Marco Aurelio que si tuvo un heredero, su hijo Cómodo, que sería, por cierto, uno de los peores emperadores de Roma. Este Marco Aurelio fue el tercero de los emperadores de origen hispano y autor de una pequeña obra muy representativas de la filosofía estoica, Meditaciones. El padre de Marco Aurelio era de origen hispano, nacido en Ucubi (actual Espejo, Córdoba); y fue senador romano, llegando a pretor.
La peste antonina, que se presento entre los años 165-180, conocida también como la plaga de Galeno, porque fue este médico quien la describió, se cree que fue una pandemia de viruela o sarampión que afectó a casi todo el Imperio romano. Fue traída por las tropas que regresaban de Mesopotamia. La epidemia pudo causar la muerte del emperador romano Lucio Vero, corregente de Marco Aurelio, cuyo nombre de familia "Antonino" quedó asociado al nombre de la peste. Aunque resulta difícil cuantificar el número de fallecimientos, se sabe que las legiones romanas quedaron diezmadas. Algunos historiadores opinan que el mundo antiguo nunca se recuperó del golpe asestado por aquella peste que brotó en el reinado de Marco Aurelio. (E. Gibbon y M. Rostovtsev)
Las Meditaciones son la gran obra literaria de Marco Aurelio, y fueron escritas en griego durante las años en que se padecía la peste antonina, constituyendo un buen exponente de la filosofía estoica, contenedora de sabios consejos para tiempos difíciles. Este pequeño manual en cuestión nos proporciona una serie de reglas sencillas para sobrellevar la vida, con consejos asequibles para cualquier mortal y llenos de ternura. Pero lo más relevante para nosotros es que este tratado animoso fue redactado durante el fragor de la peste, cuando la pérdida de vidas era mas amenazante en el corazón del todopoderoso imperio romano. Pues bien, esto ha sido un breve resumen de la biografía de Marco Aurelio, de la peste antonina y de su repercusión en la Roma de aquellos años. Y nuestro objetivo ahora es buscar paralelismos con nuestro actual Covid-19, siempre con el propósito de que sean mensajes constructivos para todos y aporten visiones para tiempos de incertidumbre, en los que se tambalean las bases anteriores y en los que, quizás, haya que explorar otras nuevas. Y esto lo vamos a intentar extrayendo algunos párrafos de las citadas Meditaciones, claro queel empeño es arriesgado, por cuanto se trata de máximas generales sujetas a las opiniones y criterios personales de cada lector, como no podía ser de otra manera. Pero creo que la belleza literaria de su texto siempre nos va a transmitir serenidad y confianza, muy oportunas para los tiempos que corren:
Aprendí de mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no
sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más
todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir
propio de los ricos.
De mi padre: la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones
profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el
amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que
podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin
vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para distinguir
cuando es necesario un esfuerzo sin desmayo, y cuándo hay que relajarse.
El cuidado moderado del
propio cuerpo, no como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco
negligentemente, sino de manera que, gracias a su cuidado personal, en
contadísimas ocasiones tuvo necesidad de asistencia médica, de fármacos o
emplastos.
El no vanagloriarse con los honores aparentes; el
amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que
podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin
vacilaciones a cada uno según su mérito.
La sagacidad y mesura en la celebración de fiestas, en la
construcción de obras públicas, en las asignaciones y en otras cosas
semejantes, es propia de una persona que mira exclusivamente lo que debe
hacerse, sin tener en cuenta la aprobación popular a las obras realizadas.
Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es
contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar
indignación y repulsa.
Camino siguiendo las sendas acordes con la naturaleza, hasta caer y al
fin descansar, expirando en este aire que respiro cada día y cayendo en esta
tierra de donde mi padre recogió la semilla, mi madre la sangre y mi nodriza la
leche; de donde, cada día, después de tantos años, me alimento y refresco, que
me sostiene, mientras camino, y que me aprovecha de tantas maneras.
Recógete en ti mismo. El guía interior racional puede, por naturaleza,
bastarse a sí mismo practicando la justicia y, según eso mismo, conservando la
calma.
Cava en tu interior. Dentro se halla la fuente del bien, y es una fuente capaz de brotar continuamente, si no dejas de excavar.
El arte de vivir se asemeja más a la lucha que a la danza en lo que se
refiere a estar firmemente dispuesto a hacer frente a los accidentes incluso
imprevistos.
En cada acción, pregúntate: ¿Cómo es ésta respecto a mí? ¿No me
arrepentiré después de hacerla? Dentro de poco habré muerto y todo habrá
desaparecido. ¿Qué más voy a buscar, si mi presente acción es propia de un
ser inteligente, sociable y sujeto a la misma ley de Dios?
La dicha del hombre consiste en hacer lo que es propio del hombre. Y
es propio del hombre el trato benevolente con sus semejantes, el menosprecio
de los movimientos de los sentidos, el discernir las ideas que inspiran crédito,
la contemplación de la naturaleza del conjunto universal y de las cosas que se
producen de acuerdo con ella.
Imperturbabilidad con respecto a lo que acontece como resultado de
una causa exterior y justicia en las cosas que se producen por una causa que de
ti proviene. Es decir, instintos y acciones que desembocan en el mismo
objetivo: obrar de acuerdo con el bien común, en la convicción de que esta
tarea es acorde con tu naturaleza.
Los pitagóricos aconsejaban levantar los ojos al cielo al amanecer, a fin
de que recordáramos a los que cumplen siempre según las mismas normas y
de igual modo su tarea, y también su orden, su pureza y su desnudez; pues
nada envuelve a los astros.
¡Qué privilegio tiene el hombre de no hacer otra cosa sino lo que Dios
va a elogiar, y aceptar todo lo que Dios le asigne, lo consecuente a la
naturaleza!
En primer lugar, no hacer nada al azar, ni tampoco sin un objetivo final.
En segundo lugar, no encauzar tus acciones a otro fin que no sea el bien
común.
La salvación de la vida consiste en ver enteramente qué es cada cosa
por sí misma, cuál es su materia y cuál es su causa. En practicar la justicia con
toda el alma y en decir la verdad. ¿Qué queda entonces sino disfrutar de la
vida, trabando una buena acción con otra, hasta el punto de no dejar entre ellas
el mínimo intervalo?
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Se dice que en el umbral de la muerte, Marco Aurelio pronunció estas palabras:
«No lloréis por mí. Pensad en la pestilencia y la muerte de tantos otros».
Para Cruz y Manolo, os echamos de menos COVID-19, malaventurado nombre! No quisiera volver a repetirlo y, menos todavía, en estas líneas, en las que se pretende trasmitir ánimos, no ánimos soñadores lejos de la realidad, sino estímulos para afrontar estos momentos difíciles.
Porque, pensándolo bien, igual no son tan difíciles. Yo os cuento mi manera de verlo. Cada día, tras ese iniciar mañanero en el que todo se ve más umbroso, poco después de los estiramientos de rigor y del tirón casi sobrehumano, de salir de las sábanas, las cosas empiezan a aclararse.
Pensándolo bien, puede que este retiro forzoso también nos depare alternativas para erradicar el desánimo. Y esas alternativas hay que buscarlas, aquí, dentro de nuestras casas, en nuestras lecturas, en nuestra música y en nuestra cocina. Están en nuestras cabezas pero hay que buscarlas. Y muchas de ellas son relajantes y enriquecedoras, como bien sabéis.
Es cierto que no podemos salir a la calle y hablar de cosas triviales con nuestros amigos, pero, aunque sea con la ayuda del whatsApp (o como se escriba), si que podemos mantener la comunicación, tan trivial como siempre, aunque ahora, quizás, con tonos más entrañables y hasta solidarios. Puede que en esto incluso estemos ganando.
Tenemos más cerca la posibilidad de ayudar a la gente próxima aunque sea con las solapada intención de que, en algún otro momento, ellos nos echen una mano. Pero es igual, lo cierto es que, desde nuestros refugios antivirales, estamos escuchando voces que antes no oíamos o que desechábamos "por falta tiempo". Si, ahora disponemos de más quietud y podemos reflexionar sobre lo que es verdaderamente vital en nuestras vidas, y esto, ya de por si constituye un buen avance.
¿Será este un aviso de que por el camino que íbamos no podemos seguir? ¿Se nos estará recordando la barbaridad del deterioro de nuestro planeta? Esta es la ocasión para que ahora, recluidos en nuestras casas, meditemos para evitar este consumismo voraz que está arrasando la tierra.
Ahora debe ser tiempo reflexión, de reflexión constructiva, sin dejarse llevar por alarmismos que no conducen a nada. Es cierto que la reflexión se facilita en el silencio de nuestros hogares y tenemos todo el día libre.
No sabemoscuanto nos queda de reclusión, pero hay que aprovechar este paréntesis para decidir que sí, que interesa mucho seguir en la brecha con ilusión y con entereza, porque en el mundo hay muchas cosas muy apreciables que bien merecen nuestra atención. Yo me emocioné cuando desde mi ventana, escuchábamos los aplausos de los vecinos dedicados a las gentes de la Sanidad. Porque por muy encerrados que nos sintamos percibimos que por ahí fuera están. Las pruebas de entrega y generosidad proliferan a nuestro alrededor. No hay mas que mirar y verlas. Y apreciarlas y agradecerlas. Aunque sea a través de las ventanas. Precisamente a través de ellas observo la belleza de los tejados nevados. Es mediodía de este 16 de Marzo y sigue nevando.
En los años que yo andaba mas despistado de lo habitual tras una ruptura matrimonial, me refugiaba buscando caminos y no se que más, por las serranías de Gredos. Descubrí entonces una pequeña pedanía, Navalsaúz, cercana al pueblo donde nos alojábamos, San Martín del Pimpollar, perteneciente a la provincia de Ávila.
El pueblo no ofrecía mayor interés que el paisajístico, salvo que en el centro descubrí una modesta casa con una extraña placa.
Y digo extraña porque era una invitación a indagar algo sobre quien había sido la tal Francisca Sánchez y que había representado en la vida de Rubén Dario. Y me encontré con una faceta amorosa poco conocida por aquellos años, hoy día ampliamente divulgada en las distintas biografías del poeta nicaragüense. Tras una azarosa trayectoria en cuestión de mujeres, éste parece ser que fue el postrer enamoramiento con una bella española, fiel y discreta que le acompañó hasta el final y a la que dedicó unos sentidos versos
Francisca Gervasia Sánchez del Pozo fue el nombre de «la esposa española de Rubén Darío», tal como la denomina Rafael Azuar (cuando la conoció en Madrid, en 1899, el poeta nicaragüense estaba casado en Nicaragua con Rosario Murillo, en segundas nupcias, tras la muerte de Rafaela Contreras). Francisca fue la fiel compañera que, profundamente enamorada del poeta, supo vencer los prejuicios sociales de la época para acompañar a Rubén. Vivieron juntos diecisiete años, repartidos entre Madrid, París y Barcelona, y fruto de la relación nacieron cuatro hijos, de los que solamente sobrevivió uno, Güicho.
Francisca, hija del jardinero que cuidaba los jardines reales de la Casa de Campo, era analfabeta; el propio Rubén le enseñaría a leer y escribir, y ella terminaría siendo conocida en los ambientes literarios de París, por su belleza y su entrega amorosa al príncipe de la poesía moderna en español, como «la princesa Paca». Rubén le dedicó uno de sus poemas, «A Francisca», que no llegó a ser recogido en los libros publicados en vida del poeta, pero que está fechado el 21 de febrero de 1914. Este es el texto de la composición, cuyos versos se reparten en seis breves secciones (de ellas, la última es la más conocida y citada):
I
Francisca tu has venido en la hora segura la mañana es oscura y está caliente el nido.
Tú tienes el sentido
de la palabra pura,
y tu alma te asegura
el amante marido.
Un marido y amante
que, terrible y constante,
será contigo dos.
Y que fuera contigo,
como amante y amigo,
al infierno o a Dios.
II
Francisca, es la alborada,
y la aurora es azul;
el amor es inmenso
y eres pequeña tú.
Mas en tu pobre urna
cabe la eterna luz,
que es de tu alma y la mía
un diamante común.
III
¡Franca, cristalina,
alma sororal,
entre la neblina
de mi dolor y de mi mal!
Alma pura, alma franca,
alma obscura
y tan blanca…
Sé conmigo
un amigo,
sé lo que debes ser,
lo que Dios te propuso,
la ternura y el huso,
con el grano de trigo
y la copa de vino,
y el arrullo sincero
y el trino,
a la hora y a tiempo.
¡A la hora del alba y de la tarde,
del despertar y del soñar y el beso!
Alma sororal y obscura,
con tus cantos de España,
que te juntas a mi vida
rara,
y a mi soñar difuso,
y a mi soberbia lira,
con tu rueca y tu huso,
ante mi bella mentira,
ante Verlaine y Hugo,
¡tú que vienes
de campos remotos y ocultos!
IV
La fuente dice: «Yo te he visto soñar».
El árbol dice: «Yo te he visto pensar».
Y aquel ruiseñor de los mil años
repite lo del cuervo: «¡Jamás!».
V
Francisca, sé suave,
es tu dulce deber;
sé para mí un ave
que fuera una mujer.
Francisca, sé una flor
y mi vida perfuma,
hecha toda de amor
y de dolor y espuma.
Francisca, sé un ungüento
como mi pensamiento;
Francisca, sé una flor
cual mi sutil amor;
Francisca, sé mujer,
como se debe ser…
Saber amar y sentir
y admirar como rezar…
Y la ciencia del vivir
y la virtud de esperar.
VI
Ajena al dolo y al sentir artero
llena de la ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios en mi sendero,
Francisca Sánchez, acompañamé…
En mi pensar de duelo y de martirio
casi inconsciente me pusiste miel,
multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.
Ser cuidadosa del dolor supiste
y elevarte al amor sin comprender;
enciendes luz en las horas del triste,
pones pasión donde no puede haber.
Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe;
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez, acompáñame…
Por aquellos años, confieso que estos versos me conmovieron y me parecieron como un susurro de aquello que uno quisiera escuchar y sentir en los momentos difíciles de la vida,
.
En una de las biografías de Rubén Dario se lee:
"Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasó frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" fue un gran lírico ingenuo que adivinó su trascendencia y quiso romper con las rutinas e imposiciones de la tradición literaria de España y América."
Líbano es un país muy querido por mí, no solo por la variedad y policromía de sus gentes y sus paisajes, sino porque allí han nacido mis dos nietos.
Desde el punto de vista fotográfico, hay que acercarse a él con un objetivo macro, es decir, aproximarse tanto como sea posible a sus pobladores, a sus ancianos y a sus niños. Ellos nos dan una idea de la inconmensurable riqueza de sus pobladores. Y ese fue el objetivo de este vídeo, realizado con fotografías de mi hijo, en los años 2001 a 2006.
El 25 de mayo de 2019, hemos presentado un nuevo libro: "Crónica de San Lorenzo, monasterio, pueblo y paisaje" y todavía estamos emocionados viendo cuantos amigos se han congregado en la Casa de Cultura escurialensepara acompañarnos con motivo de un acto de presentación, cuestión siempre tan entrañable para el autor.
Para los que no hayáis tenido la oportunidad de estar allí, aquí podéis ver el audiovisual que se preparó a manera de resumen, para ese día:
Gracias a todos, a los que fuisteis y a los que no.
Hemos subido a Youtube un vídeo sobre la biografía de Santo Tomás de Villanueva, agustino, arzobispo de Valencia en el siglo XVI, conocido como el "padre de los pobres".
Partimos de unos textos resumidos por nuestro amigo Miguel Ángel Orcasitas que nos ayudó en el proyecto, pero aun así pensábamos inicialmente que iba a ser una tarea dificultosa poner en términos gráficos actuales un resumen de la vida de un santo varón que vivió entre 1468 y 1555. Pero no ha sido así, pues en las lecturas previas para documentarnos nos hemos visto sorprendidos al descubrir que, entre los sermones de este Santo Tomás, sabiamente extractados por Manuel Villegas, se esconden temas de una gran actualidad, quiero decir, que debieran ser de una gran actualidad.
Desde luego destaca la dedicación y el empeño que puso este hombre en la caridad con los pobres y más necesitados y su ejemplaridad no dejó resquicio para la duda.
Pero hay otras aspectos de sus sermones, muy orientados hacia la ayuda en el día a día de sus feligreses, que nos llaman la atención, como, por ejemplo este:
"El Señor nos dio un Evangelio y unas Sagradas Escrituras para alcanzar el Reino de los Cielos,y tú, estúpidamente, te entretienes en su retórica"
La contundencia con la que se manifiesta el Santo, me suena muy acertada, y que me disculpen los más moderados y discretos, pero es una gran certeza para creyentes y no creyentes, que el Evangelio y la Biblia contienen los contenidos convenientes para que los hombres alcancemos el equilibrio interior. Sin embargo nos perdemos en los vericuetos de la innecesaria inquietud por llegar hasta el fondo de las cuestiones, en brazos de interminables disquisiciones, retóricas las más de las veces.
Yo creo que el secreto está más a nuestro alcance: leer sobre todo los Evangelios y la Biblia y captar lo sencillo, lo simple, y ponerlo en práctica. En el sempiterno pulso entre fe y razón, habría que ponerlas en línea y avanzar hasta donde llegue la primera y hasta donde la segunda no se rebele.
Lo que si es seguro es que las pláticas "sermoneadas" por este Santo siguen teniendo validez casi cinco siglos después.
Por si queréis aquí está el video referido.
En un pequeño cuartito de una vivienda entran tres generaciones: un abuelo, un hijo y dos nietos. Tras la lectura de un artículo de prensa, que se presenta polémico, se aprestan a debatir. El hijo asegura que siempre las mejores decisiones suelen surgir a raíz de un buen debate. Antigua loa sobre el valor de la dialéctica que sería mas cierta si se excluyeran las opiniones, emociones o creencias.
El asunto a tratar es las posibles repercusiones derivadas del abuso de las tecnologías modernas por parte de los nietos, ello provocado por un escrito, en el que se cuenta como a los hijos de las grandes promotores de Silicon Valley ahora se les limita, incluso prohíbe, la utilización desmedida de móviles, tabletas, consolas de juego y pcs.
Claro que habrá que esperar unos años para comprobar los efectos de esta forma de educación. Los nietos no parecen tener opinión sobre el respecto, ante la aparente falta de alternativas.
El padre advierte que esto es lo que se van a encontrar en el futuro, y esto es lo que les va a permitir destacar entre los jóvenes de su tiempo. Destacar o sobrevivir frente a una dura competencia. O sea, disfrutar de una cómoda posición social y económica.
Pero, inevitablemente, se cuela otro debate: ¿debe ser este el objetivo primordial de sus vidas? Porque en el Fortnite y otros juegos actuales lo que priman es la acción y la violencia, aunque dicen que sin sangre, pero violencia, al fin y al cabo.
Entonces, ¿donde se quedan los valores eternos del ser humano? La fraternidad, la solidaridad, la justicia, la generosidad, el culto a la verdad, la disciplina... y un largo etcétera. ¿Para cuando es bueno que entren en las mentes de los chicos y se integren en sus respectivos decálogos? ¿Estriba la felicidad en conseguir dinero y posición social?
Viejas preguntas que, hoy por hoy, inquietan al abuelo.
En los populares Jardincillos escurialenses que, primeramente recibieron el nombre de plaza de la Verdura, después el de Gil de Zárate y, finalmente, el actual de Jacinto Benavente, premio Nobel de literatura en 1922, campea un monumento sencillo pero muy entrañable. Es el "Crispín", personaje central de la obra de este autor, Los intereses creados, que fue inaugurado el 30 de agosto de 1961, siendo obra del escultor granadino José María Palma.
Si vamos a la hemeroteca y leemos el ABC del día siguiente, encontraremos más información sobre aquel acontecimiento local.
En Los intereses creados se narra la historia de dos pícaros, Crispín y Leandro, en la que el primero se declara partidario de su máxima: "mejor que crear afectos es crear intereses", gracias a la cual consigue que su penosa situación económica y social mejore sustancialmente.
El manipulador e interesado Crispín consigue finalmente que, gracias al cambio de dos comas en la sentencia dictada por el representante de la Ley, esta resulte absolutoria para sus intereses.
Y cada día más. Creo que estamos perdiendo el gusto por el silencio, que nos estamos dejando invadir un espacio que debería ser sagrado, y ¿quienes son los presuntos invasores? Yo diría que las prisas, la ambición, el ruido ambiental y la excesiva cantidad de información son los principales intrusos de un espacio que debería ser nuestro, solo. Y añadiría, igualmente, la mediocridad que todo lo relativiza y lo iguala por abajo.
No es la única pero la generalizada y abusiva digitalización que padecemos ataca el silencio, anula el tacto, el olor y desnaturaliza los colores. Se adueña de casi todo lo que nos rodea, de manera que los humanos quedamos aislados, indefensos y desprovistos de todo aquello que forma parte de nuestra esencia y de nuestra intimidad. Todos ellos son enemigos declarados del agua remansada o en movimiento, del viento, de la nieve, de los colores y de los sonidos de la naturaleza. Intentemos defender a ultranza nuestro particular "sancta sanctorum" con silencios que nos favorezcan la necesaria serenidad de ánimo, al tiempo que fomenten nuestra sensibilidad.
Me preguntan cual es el libro que mas ha influido en mi vida y por qué. Y no he dudado, pues, de inmediato, he recordado este título que sigue estando vivo en mi, yo diría dentro de mí, muchos años después de su descubrimiento.
Por entonces, ya había leído La epístolas de Lucilio y otras
cosas del autor cordobés que me sedujeron bien pronto, hasta convertirlas en
esa categoría especial que es el libro de mesilla de noche. Pero confieso que el empujón
final de aquel enamoramiento me lo dio este librito de pequeño formato, en el
que parece imposible que puedan caber tantos certeros pensamientos, con tanta
poesía y con tal riqueza de expresión.
Y es que
María Zambrano nos acerca a Séneca, de manera increíblemente sugerente y
cautivadora. Es cierto que el atractivo de este pensador lo merece. Hombre que
pretendió ser un apoyo para el atribulado ser humano, sujeto a las
arbitrariedades del poder romano, en un tiempo en el que se habían ya casi
olvidado las razones puras platónicas y aristotélicas y aún no se conocían las
razones religiosas de la fe cristiana. Era una etapa de transición de la que se adueñaba un vacío causante de general desánimo.
Por eso,
Séneca tuvo la gran virtud de descender al nivel de las gentes y ayudarlas en
su desvalimiento, consolándolas con la propuesta de la gran virtud estoica:
la resignación. Que no era todavía la cristiana, sino soportada solamente por
la razón.
Como
consecuencia de esta lectura, años después escribí un ensayo sobre mensajes
cristianos que se contienen, yo diría que andan dispersos, entre las Epístolas
senequistas. Ensayo que no pudo ser más reconfortante, pues tranquiliza comprobar que razón y fe no siempre andan dispares.
Repite
Zambrano con insistencia, que el Séneca filósofo fue como un padre, quizás con
mayúsculas, un gran ayudador que consolaba a las gentes con palabras a su
alcance. Palabras que, por cierto, influyeron sensiblemente en los escritos de
la mística, de Molinos, San Ignacio, Quevedo, Unamuno y de otros muchos.
Y todo esto
no es trivial. Es un gran equipaje de compañía, inseparable en los momentos
difíciles. A mi me ayudó y me sigue ayudando y, lo que es más importante, creo
que sigue generando una ósmosis benefactora en mis pautas de comportamiento.