lunes, 3 de septiembre de 2018

31 de agosto 2018



Escucho las voces de los inconformistas, de los que no han sabido encontrar un hueco en la vida y de los contestatarios a ultranza, y todos claman que no les gusta el mundo y que quisieran “pararlo para apearse”

A mí siempre me ha gustado la vida. Yo, ahora, lo que quisiera es parar el reloj o que, al menos, fuera más lento, porque creo que me estoy dejando muchos asuntos en la cesta de “Pendiente”. Cosas para aprender y para disfrutar. Y, en definitiva, para vivir

Para disfrutar de una puesta de sol no es necesario que se pare el sol. Simplemente que continúe su lento descenso. No sería tan hermoso el espectáculo si fuera más deprisa. En cada atardecer hay el tiempo necesario para la contemplación y para la meditación. Es la secuencia perfecta, producto de la naturaleza y de su Creador que la dotó del ritmo perfecto.

No me metáis prisa. Yo estoy en el atardecer y no quisiera gastar esfuerzos vanos que me hagan perderme la belleza de lo que me rodea. Quisiera ir a la velocidad del sol crepuscular y quisiera saborear al máximo su lento declinar, la pureza del aire que lo envuelve y las caprichosas formas de las nubes.

El tiempo pasado me ha hecho valorar el tiempo presente y, más todavía, el tiempo futuro. En una pintada en las calles de Lugo se dice:

Somos el tiempo que nos queda.”

Y en ese tiempo es obligado hacer balance. Y hemos de ser extremadamente prudentes cuando miramos hacia atrás. Mirar sin prejuicios y sin demasiado puntillismo, pues cosas buenas y malas las ha habido en cualquier parcela del pasado. Nada de juicios estrictos, que ya habrá quien los haga. Al cabo del tiempo son las impresiones las que perduran. Lo que importa es la honestidad de aquella actitud o de aquella acción y eso es con lo que tenemos que vivir hoy.

Hubo responsabilidades casi agobiantes. Reconozco que la tarea de ser padre es difícil y arriesgada. Si fracasas en ella, fracasas en la vida. Te lo juegas todo. Pero las compensaciones son inigualables; cuando tras un desaire, un hijo te coge la mano, eso es impagable.

Yo repetiría la mujer que tengo y los hijos que tengo… y, que decir de los nietos. Y, luego, los amigos que no pueden faltar, siempre están ahí cuando los necesitas. Y, sobre todo, los amigos que tuve…

Venga lo que venga, quiero que me pille así, sin grandes culpas, con decencia y con cierta dignidad.

Yo he amado mucho, pero también me han correspondido, y por eso soy feliz. Y aun creo que me queda tiempo para amar más y para seguir siendo feliz.

Esta es la clave, y no hay más.



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